HayaS trasmochaS, niebla y pura magia en los montes navarros y alaveses
Perderse por los bosques de Belaustegui, Uguna, Albertia y Urbasa es entrar en un mundo donde el tiempo parece detenerse.
Son lugares que te envuelven desde el primer paso: su silencio, la humedad, el olor a hojas caídas y, sobre todo, la niebla, que convierte cada sendero en un escenario casi irreal.
En estos montes sobreviven algunas de las mejores formaciones de hayas trasmochas de la península. Durante siglos, los pastores y carboneros podaron estas hayas de forma periódica para obtener leña y forraje sin talar el árbol. Con el tiempo, ese manejo tradicional ha dado lugar a troncos gruesos, retorcidos y cubiertos de musgo, de los que nacen brazos imposibles. Son árboles con personalidad propia, verdaderos ancianos del bosque, que parecen observar en silencio al visitante.
La niebla es la otra gran protagonista. Cuando entra desde los collados o asciende desde el valle, transforma el paisaje por completo. Difumina el fondo, suaviza la luz, oculta lo que tienes a unos metros y realza lo que tienes delante.
Cada paso se convierte en una escena nueva. La bruma da a estos bosques una dimensión onírica, casi de cuento. Los troncos retorcidos se vuelven siluetas misteriosas, los colores del otoño se atenúan o se encienden según la densidad de la nube, y cualquier árbol puede convertirse en el centro de una historia.
Fotografiar estos lugares es dejarse llevar. No buscas la luz perfecta; buscas la atmósfera. Y cuando la niebla se cruza con las hayas , el bosque muestra su carácter más íntimo y bello. Es entonces cuando dejan de ser simples destinos y se convierten en experiencias: momentos suspendidos que solo existen si los vives… o si los capturas.